Las misteriosas islas de Mona y Monita

Próxima a Puerto Rico, se encuentra la belleza misteriosa y perdurable de la deshabitada Isla Monita. Esta isla se ubica a apenas cinco kilómetros al noroeste de su hermana, la isla Mona. Una gama limitada de flora y fauna habita dentro de las dieciséis hectáreas de esta isla de piedra caliza, cifra que es tan solo una fracción de la extensión de la Isla Mona. Principalmente, lo que distingue a ambas islas es su tamaño: Monita tiene menos del 0,3% de la extensión territorial de su hermana, Mona.

Esta tierra difícil de discernir, que comprende a estas islas es el hogar de la Capparis flexuosa, un pequeño arbusto, y de árboles en crecimiento, como el Ficus citrifolia, la Guapira discolor, y el Pithecellobium unguis-cati. Los biólogos han llegado a la conclusión de que la ausencia de diversidad botánica en la isla se debe a la escasez de vida y depresiones en la playa, a las que es fácil observar en la Isla de Mona. La afluencia de aves marinas, como el alcatraz pardo, aporta suficientes nutrientes en sus deyecciones para estimular el crecimiento existente y así medrar dentro de esta limitada existencia

Sin embargo, las notas topográficas distintivas de las islas de Mona y Monita tienen, además, otros contrastes, ya que la altura máxima alcanza los sesenta y tres metros en el extremo noreste. Este cambio topográfico muda rápidamente en el lado meridional y occidental, que son, comparativamente, llanos.

La Isla de Mona, escarpada y de habla española, se encuentra dentro del Pasaje de Mona, que es un canal que separa a la República Dominicana de Puerto Rico. A diferencia de su solitaria hermana, se caracteriza por una intensa belleza y fue descubierta por Cristóbal Colón en 1493. Desde 1975 el Departamento de Recursos Naturales de los Estados Unidos ha supervisado la preservación del ambiente natural, mediante un programa de protección que exige que cuatro de los guardabosques residentes y un biólogo estén de guardia en todo momento con el fin de controlar este ecosistema frágil y delicado de las islas.

El clima semiárido de Mona ha resguardado los vestigios de sepulcros, las ruinas y los restos de la tribu de los Taíno, que durmieron en paz por cientos de años. Su belleza abarca riscos de casi 7 metros, cuevas ocultas, arrecifes de coral, bosques de mangles y playas de arena blanca. Las aguas circundantes son el hogar de algunas de las especies más extrañas y variadas de la vida marina. Además, esas especies están entre las que corren más riesgo de extinción. Es interesante notar que en 1900 el gobierno de los Estados Unidos, con sede en Puerto Rico, construyó un faro en el lado septentrional de Mona.

Quienes visiten la Isla de Mona pueden hacerlo mediante transporte privado, como yates, o mediante excursiones colectivas. También se encuentra disponible un aeropuerto con certificación FAA, en el que pueden aterrizar aeronaves livianas, mientras sea una situación de emergencia. Sin embargo, es necesario que los vuelos privados y comerciales cuenten con un permiso de uso de la pista de aterrizaje, que solo puede adquirirse a través del Departamento de Recursos Naturales de Puerto Rico.

Incluso los viajeros más fervientes y experimentados se sentirán gratificados tras un viaje a Mona. Tras visitar estas islas espectaculares, los visitantes conservarán recuerdos duraderos de atardeceres pasmosos y noches de un cielo estrellado, que se abre. Si tiene planificada una visita a Puerto Rico, le recomendamos que se permita vivir la singular experiencia de ver esta instantánea, impresionante y bellísima naturaleza del Caribe.